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Por: Felipe Osorio Vergara

felipe.osoriov@udea.edu.co


Una educación para todos, gratuita, de calidad, es la base del progreso, el mayor motor de movilidad social y abre las puertas de las oportunidades para los colombianos. La educación les brinda a los niños y jóvenes las oportunidades y les da las herramientas para defenderse y salir adelante. Es además, la mejor semilla para la paz y la equidad (Presidencia de Colombia, 2018, p. 6)1.

   

 Desde el 2015 el Gobierno de Juan Manuel Santos se había propuesto que el país fuera el “mejor educado de Latinoamérica para 2025”. Por esta misma línea, el actual presidente de la República, Iván Duque, ha sostenido que la educación es y será uno de los pilares de su administración 2,por lo que puede verse que en los últimos años el tema de la educación ha sido central en las agendas del Ejecutivo.

    En este sentido, es prudente traer a colación que desde el 2010 el dinero destinado para el sector educativo se ha incrementado en más del 80%, pues la cifra invertida en esta materia en 2010 ascendía a 20.8 billones de pesos, mientras que la cifra presentada por este nuevo Gobierno para 2018 es levemente superior a los 35.3 billones de pesos 3.Sin embargo, hay que hacer una salvedad sobre este incremento al sector educativo, ya que según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Banco Mundial, el porcentaje del Producto Interno Bruto (PIB) de Colombia destinado a educación en 2010 era del 4.8%, mientras que para 2018 se estima en un 4.7% 4.Lo anterior quiere decir que el dinero destinado a la educación ha aumentado porque el Presupuesto General de la Nación también lo ha hecho a lo largo de esos ocho años; no obstante, el porcentaje del PIB asignado a materia educativa no ha variado mucho. Por ejemplo, el Presupuesto General de Colombia en 2010 era de 148.3 billones, mientras que el Presupuesto General para 2018 es de 233.5 billones de pesos.

    Pero si la educación ha sido el eje tanto de los discursos como de los programas de Gobierno de los mandatarios de la última década en el país, ¿cómo es concebible que la educación superior pública se encuentre desfinanciada hasta el punto de que se encuentre en riesgo su propio funcionamiento y existencia?

    De acuerdo al Sistema Universitario Estatal (SUE), organismo que componen las treinta y dos universidades públicas de Colombia, el déficit que enfrentan dichas instituciones de educación superior en el país supera los 15 billones de pesos, debido a las siguientes razones: la ampliación de la cobertura educativa de parte de las universidades, el fortalecimiento de la misión investigativa de las mismas, el incremento en los programas de internacionalización y, finalmente, el crecimiento de la infraestructura física y tecnológica. Sin embargo, este aumento en los gastos no se ha visto compensado con mayores ingresos girados por la nación, pues de acuerdo al artículo 86 de la Ley 30 de 1992 el incremento del presupuesto de las universidades estatales se hará con base en el índice de precios al consumidor (IPC) y tomando en cuenta el presupuesto del año 1993, razón por la cual desde entonces se viene acumulando un déficit que en 2012 estaba en 11.1 billones pero que para este 2018 supera la escandalosa cifra de 15 billones de pesos, casi cuatro veces el presupuesto del departamento de Antioquia de este año.

    Aunque la situación financiera es compleja para las 32 universidades oficiales del país, hay que subrayar que por lo menos la Comisión Tercera del Congreso de la República (de Hacienda y Crédito Público) el dos de octubre pidió una adición de 500 mil millones de pesos para aliviar la crisis financiera de dichas instituciones de educación superior. De igual modo, el Ministro de Hacienda, Alberto Carrasquilla, aseguró el tres de octubre durante un debate de control político en la Comisión Cuarta del Congreso (de Presupuesto) que adicionaría alrededor de 3.3 billones de pesos al presupuesto de 2019 de las universidades públicas 5.Pese a que este monto no es suficiente para solventar todo el déficit, sí demuestra que el problema del desfinanciamiento universitario ya está siendo escuchado por la Administración pública.

    Igualmente, la Unión Nacional de Estudiantes de Educación Superior (UNEES) radicó desde finales de septiembre un pliego de peticiones ante el Gobierno, en donde, entre otras cosas, piden un aumento de 4.5 billones de pesos en el presupuesto de las universidades públicas y solicitan la estructuración de un plan de pago que permita saldar la deuda en un plazo no mayor a diez años. Asimismo, proponen una “reducción” a los recursos asignados a la guerra 6.

    El diez de octubre, a raíz de las marchas estudiantiles en defensa de la educación superior pública, el Gobierno aseguró la asignación de 500 mil millones de pesos para el presupuesto de las universidades para la vigencia 2019 7, pero de dichos recursos solo el 11% (55 mil millones) llegaría directamente a la base presupuestal de las universidades públicas, pues los restantes 445 mil millones son fondos girados al Ministerio de Educación en materia de inversión, por lo que no se puede cubrir con ellos gastos de funcionamiento (que es en donde se acumula gran parte del déficit de las universidades estatales).

    Por lo anterior, se requiere con urgencia que el Gobierno destine mayores recursos para solventar el déficit de las instituciones de educación superior pública, ya que los esfuerzos emanados desde la Administración central han sido solo “pañitos de agua tibia” que no brindan una solución estructural al problema del desfinanciamiento. Cabe destacar que el Congreso cuenta con facultades para modificar la distribución de los dineros del Presupuesto General de la Nación, por lo que esperamos que en esta oportunidad el artículo 69, inciso 4, de nuestra Constitución Política sí sea cumplido a cabalidad, toda vez que en él se señala: “El Estado facilitará mecanismos financieros que hagan posible el acceso de todas las personas aptas a la educación superior”. En caso contrario, los estudiantes seguiremos exigiendo nuestros derechos y no sería de extrañar que se reviviera un movimiento estudiantil semejante al de 1971 .

 La educación es el gasto para la defensa más efectivo que existe. Kofi Atta Annan

Notas

1 Presidencia de la República de Colombia. (2018). Colombia Avanza 2010-2018. Recuperado de: http://colombiavanza.com/wp-content/uploads/2018/07/colombia-avanza-2010-2018.pdf

2 Sobre este punto se sugiere revisar las propuestas 57 y 60. Véase en https://www.ivanduque.com/propuestas/educacion/3

3 Véase página 25 del Proyecto de Ley de Presupuesto General de la Nación 2018.

4 Colombia es el segundo país de la Alianza del Pacífico que más porcentaje de su PIB invierte en educación, solo superado por Chile que destina un 6,9% de su PIB en esta área. Fuente: Vanegas, A. (9 de abril de 2018) Chile y Colombia, los que más invierten en educación en la Alianza del Pacífico. En La República. Recuperado de https://www.larepublica.co/globoeconomia/chile-y-colombia-los-que-mas-invierten-en-educacion-en-la-alianza-del-pacifico-2710185

5 Más información sobre el debate de control político en: Prensa Senado (3 de octubre de 2018). Mayores rubros en educación, salud y paz pidieron senadores de la Comisión Cuarta. Senado de la República. Recuperado de http://www.senado.gov.co/actualidad/item/28326-mayores-rubros-en-educacion-salud-y-paz-pidieron-senadores-de-la-comision-cuarta

6 Sobre este punto hay que señalar que el Ministro de Defensa, Guillermo Botero, dijo durante un debate de control político en la Comisión Segunda del Congreso (de Relaciones internacionales y defensa nacional)  que más del 80% del presupuesto del Ministerio (que asciende a 33 billones) se utiliza en gastos de nómina, salud, pago de demandas y mantenimiento del armamento y equipos, por lo que el monto que queda para inversión es reducido. Además, el dos de octubre Botero descartó la compra de un sistema de defensa antiaérea por 1.1 billones de pesos ya que no hay recursos para dicha adquisición. Asimismo, el Instituto Internacional de Estudios para la Paz de Estocolmo publicó un informe en donde ubica a Colombia como el país de América Latina que desde 2003, en promedio, ha destinado más porcentaje de su PIB para seguridad y defensa. Así, por ejemplo, en 2017 invirtió el 3.1% de su PIB para defensa, estando a la par de Estados Unidos que también gastó el mismo porcentaje en dicha materia. Informe completo disponible en: https://www.sipri.org/sites/default/files/3_Data%20for%20all%20countries%20from%201988%E2%80%932017%20as%20a%20share%20of%20GDP.pdf

7 Ministerio de Educación Nacional de Colombia (2018). Gobierno asegura asignación de 500,000 millones de pesos para educación superior pública en presupuesto del 2019. [En línea] Recuperado de https://www.mineducacion.gov.co/1759/w3-article-377439.html [12 Oct. 2018].

8 Dicho movimiento estudiantil tenía como consigna: “Por una educación nacional, científica y de masas”.

 
 
 

Actualizado: 26 feb 2019

Por: Pedro Agudelo Rendón

pagudel3@gmail.com



Para determinar la tarea y el límite de nuestro hacer interpretativo, nos vemos devueltos a la pregunta por el ser del interpretar. Pues ¿qué es un signo? ¿No será que, tal vez, todo es signo?  H.-G. Gadamer, 2006 Si resulta necesario empezar por la interpretación filológica, es porque se trata de un tipo de interpretación que los filósofos toman con frecuencia como la más fundamental. Probablemente les es también más familiar que las demás. Es difícil imaginar filósofos o profesores de filosofía que no se consagren a la interpretación de textos. J. Grondin, 1955


La forma en que las palabras descubren el mundo no dista mucho de la manera en que un signo constituye un modo de operación sobre el mundo de las cosas y produce en la mente una idea o un concepto. Por eso no es fortuito que, tanto para el filólogo como para el semiota, el signo constituya el punto de quiebre de la reflexión sobre lo filológico y lo semiótico, o sobre lo filosemiótico. Esto no deja de lado ninguna reflexión sobre la filosofía; antes bien, la incluye, pues la semiótica, lo sabemos por Peirce, es la intercepción entre lógica, fenomenología, ontología y metafísica, solo por mencionar los principales rostros en que el análisis de los signos suscribe la pregunta por la existencia, la realidad y las cosas. La semiótica, entonces, no solo es la pregunta por el signo o la significación que opera en la vida social y natural gracias a las interacciones humanas, sino que es, además, la pregunta por el sentido, y esto hace que sus bordes más analíticos toquen los bordes más semióticos de la filosofía. ¿O por qué, acaso, el mismo Gadamer se pregunta qué es un signo, aquello que para Peirce es una aserción a no dudar? Es decir, el filósofo alemán se cuestiona por el ser del interpretar, cuyo nicho no puede ser otro que los signos porque en el interpretar se da el feliz encuentro entre aquello que es mundo o realidad, aquello que signa o designa y aquel que lo interpreta. Si la semiótica no es el amor a los signos sino el estudio que ellos demandan, se debe más a una razón histórica y filológica y menos a la adherencia que el semiota tenga por los signos. El mismo Peirce habla del amor evolutivo y de los signos como el motor de la razón que hace posible que ese amor crezca en favor de la humanidad. La palabra semiótica está compuesta por el término σημεῖον (semeῖon, signo) y el sufijo τικος (-ticos, relativo a). La semiótica no es otra cosa, entonces, que “lo relativo a los signos”, y si se la define como ciencia de los signos es porque en su momento su aspiración era la de alcanzar un método más claro que el que ya le era propio a las disciplinas positivas. Inclusive Saussure estimó que la ciencia semiótica le brindaría a la lingüística un marco teórico y metodológico amplio, pero el devenir histórico trasvasó esta aspiración, por lo menos en Europa, y fue la lingüística la que se impuso e influyó los demás campos del saber de tal manera que la semiótica terminó supeditada en sus inicios al único logos de la palabra. Algo distinto ocurrió en Estados Unidos, pues allí la semiótica fue filosófica y esto hizo posible un cruce interdisciplinario de gran relieve cuyo impacto apenas se está revelando. De un lado (lo semiológico saussereano) y del otro (lo semiótico peirceano) advienen posturas que llenan el concepto de signo de sucesivas capas de sentido, y lo hacen comparecer ante el tribunal filológico: la aventura del signo y la pregunta por aquello que de filológico tiene lo semiótico o que de semiótico tiene la filología.

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La tesis es esta: la filología es semiótica. Esto no significa que ha de confundirse la “filología” con la “semiótica” en tanto campos de saber, pues aquí semiótica se usa en el sentido adjetival. La filología no es semiótica (en el sentido disciplinar), ni la semiótica es filología; pero la filología sí es semiótica, pues el filólogo actúa como un semiota que va tras los signos, y el semiota, sin duda, debe actuar como un filólogo: ha de sentir el amor por los signos tanto como para hacer del signo un documento, esto es, algo sobre lo que se lee y se hace arqueología, y no solo sobre lo que se interpreta. Lo que dice un texto lo dice muy a pesar del autor de ese texto y, a veces, muy a pesar del propio texto. Los signos verbales no se codifican simplemente como signos lingüísticos; a veces lo hacen por la vía semiótica, pero la semiótica no es lingüística. Esto, paradójicamente, no lo han enseñado ni los lingüistas ni los semiotas, sino los artistas. Basta observar lo que han hechos algunos como Barbara Kruger al convertir el texto y la palabra en verdaderas imágenes que expanden el campo visual. En estos dispositivos visuales conviven, como diría W. J. T. Mitchell, palabra e imagen de forma indiscernible, como siendo una sola cosa. Y el filólogo, cuyo oficio le impele a saber algo acerca de la cultura visual y artística, aunque no es especialista en arte, puede aprovechar dicho saber sobre la imagen para definir una ruta de trabajo sobre lo filológico.  Entonces… Un texto, que no es solo un conjunto de signos lingüísticos sino que es también un dispositivo semiótico (que es caligrama, caligrafía, forma, estilema, dibujo, materia, rastra, traza, objeto, entidad…), le exige al filólogo salirse del mero texto y hacer filología de los signos, des-entramar la historia y la cultura que le es inherente, socavar las funciones sígnicas; porque un texto es, al fin y al cabo, un horizonte semiótico de sentido. Este horizonte apela a lo que el texto dice y a lo que el texto calla: filología de las ediciones de Frutos de mi tierra, los significados posibles en los textos que acompañan (¿o son parte de?) las fotografías del archivo de la Madre Laura (el papel, la caligrafía, las manchas del tiempo, la ubicación, la disposición, la tachadura, la enmendadura, la forma…), los textos, dibujos y garabatos de Vallejo, la historia de la cultura de un texto y su cruce con el presente histórico. En este punto estamos en una filología que se torna semiótica, una semiótica que se abre al logos infinito. Allí estamos, sin duda, en el borde de la filosofía, ante otra filo (-logia, -sophia). Otro amor a… los signos. Silencio. Referencias Barrena, S. (2007). Crecimiento y finalidad del ser humano según C. S. Peirce. Madrid: RIALP

Berti, E. (1994). ¿Cómo argumentan los hermeneutas? En: Hermenéutica y racionalidad. Bogotá: Norma, p. 31-59.

Gadamer, H-G. (2001). El giro hermenéutico. Madrid: Cátedra.

Gadamer, H-G. (2006). Estética y hermenéutica. Madrid: Editorial Tecnos.

Grondin, Jean. (1955). El legado de la hermenéutica. Cali: Editorial Universidad del Valle.

Peirce, Ch. (1974). La ciencia de la semiótica. Buenos Aires: Nueva Visión.

Peirce, Ch. (2012). Obra filosófica reunida (1893-1913). Tomo II. México DF: Fondo de Cultura Económica.

*Imagen portada tomada de: https://www.independent.co.uk/arts-entertainment/art/barbara-krugers-exhibition-the-american-artist-thats-still-shooting-her-mouth-off-with-her-bold-text-9571133.html

 
 
 

Actualizado: 26 feb 2019

Por: Alejandro Vega Carvajal

alejovega123@hotmail.com



—¡Somos semilla!— gritó Moisés al pueblo suscitado. El excitado Dios también lo escuchó y abrió sus piernas vibrantes y saladas. El pueblo penetró el fuerte cuerpo de agua, quería agarrar su promesa: la cadera robusta y fértil de la que brota la leche y la miel.

En cuanto los egipcios quisieron ser parte de la orgía, el Dios juntó las rodillas y los tobillos y los apretó hasta ahogarlos.

Encima del vientre de la tierra el pueblo de Moisés festejó. Su Dios les dio a probar el jugo de la vida.

 
 
 

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