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Por: Julio Fabián Salvador

juliofabian9@gmail.com


      Introducción

 

Escribir es el arte de resistir con las palabras. El oficio de crear historias no está demarcado ni es característico de alguna disciplina. La escritura es la capacidad propia que tiene el ser humano de inventar un camino, de alucinar una historia, de crear un sueño. Cualquier acto de un instante, cualquier sonido, cualquier imagen, cualquier aroma profundo pueden fulminar el ente creador del hombre. El hombre es un ser frágil, así como sufre es consciente de que puede enfrentar su realidad, creando otra nueva. Construir un relato corto o largo es como hacer aparecer un mar con el solo tintineo del agua que llega desde una quebrada. La escritura es un modo de supervivencia y, hasta podría decirse, un sentido de vida. El psicoanalista Víctor Frankl en su libro El hombre en busca de sentido afirma lo siguiente:

En el hombre la búsqueda del sentido de vida constituye una fuerza primaria, no una racionalización secundaria de sus impulsos instintivos. Este sentido es único y específico, en cuanto es uno mismo quien tiene que encontrarlo; únicamente así logra el hombre un significado que satisfaga su voluntad de sentido (2013:127).

     El acto de relatar significa ya un acto de complementar su propio destino, de colmar sus expectativas. El hombre, al tener la capacidad de inventar con las palabras, se da cuenta de que no puede estar solo y que, si lo cree, puede reemplazar su soledad creando un texto que solo él mismo podría interpretar y comprender.

Desde los inicios de la historia de la humanidad, el hombre ha estado ligado a fabular, a inventar. En las grandes culturas, los mitos y las leyendas así lo demuestran. Los antiguos griegos fueron una demostración de que el conocimiento de la naturaleza, la espiritualidad y la poética eran parte única en la formación del hombre.

El crítico norteamericano Harold Bloom hace hincapié en ese proceso único que es la creación de un texto literario y lo sumerge dentro del campo del psicoanálisis, mencionando al padre del psicoanálisis Sigmund Freud. Además, Bloom describe el acto literario como una necesidad. En el libro El canon occidental se lee:

Es conocida la frase de Freud en la que se define la ansiedad como Angst vor etwas , o inquietud por el porvenir. Siempre hay algo que nos angustia del futuro, aun cuando solo sea el estar a la altura de las expectativas depositadas en nosotros. Eros, presumiblemente la más placentera de las expectativas, provoca sus propias angustias en la conciencia reflexiva, lo cual es el tema de Freud. Una obra literaria también levanta expectativas que precisan ser cumplidas, o de otro modo se deja de leer. Las angustias más profundas de la literatura son literarias; de hecho, en mi opinión, definen lo literario y casi se identifican con ello. Un poema, novela u obra de teatro se contagia de todos los trastornos de la humanidad. Incluyendo el miedo a la mortalidad, que en el arte de la literatura se transmuta en la pretensión de ser canónico, de unirse a la memoria social o común (Harold Bloom, 2017:28)

Nadie nace con el don de la escritura, es decir que nadie empieza a escribir de la nada. La creación literaria es un proceso, es un aprendizaje que tiene la vida misma como principal impulsor o motivador. Las carreras académicas hasta hace pocos años no se dedicaban a la formación de profesionales de escritura, viendo la escritura como el arte de crear textos de poesía, narrativa, guiones de cine o dramaturgia. Ninguna carrera, inclusive la escritura creativa —muy popular en otros países— asegura el éxito en el campo literario. Sí es necesario decir que las carreras de humanidades como letras, literatura o lingüística, aportan o proporcionan de forma indirecta, herramientas para alguien que se va a dedicar a escribir o a hacer de la escritura su oficio. Sin embargo, aquel que es formado en otros campos como las ciencias o la ingeniería tiene más dificultad al momento de construir frases, metáforas, idear símbolos u orquestar textos.

Muchos de los libros que han sido éxitos literarios —como Julio Verne en el siglo XIX— han tocado temas científicos, en el siglo XX, algunos libros han profundizado en temas relacionados a las ciencias naturales y exactas y se han servido de conocimientos propios para hacer libros de un notorio valor literario. Podemos citar un caso reciente, un caso que llamó la atención de diversas casas editoriales, este es el del escritor alemán Daniel Kehlmann, quien con su libro del año 2005: Die Vermessung der Welt (traducido al español como La medición del mundo) escribe una biografía ficcionada del genio matemático y físico brillante, Carl Gauss, uno de los hombres más grandes que ha tenido las ciencias exactas. Este libro hizo que Kehlmann, un autor de superventas, —aunque sus demás libros no hayan tenido el éxito deseado— demostrara que se puede escribir un libro de estos temas con la forma más desenfadada que se pueda emplear para mezclar ciencias naturales y humanas y con el lirismo propio de los grandes maestros. Pero el caso más notorio que ha logrado hacer converger a literatura y a las ciencias naturales es el de Michel Houellebecq, este autor francés hizo de su libro Partículas elementales, publicado en 1998, un libro muy apreciado desde todo punto de vista pues los críticos percibieron allí una gran novela justo en el momento donde los descubrimientos más llamativos en biología molecular estaban en su máximo apogeo, dando lugar a importantes debates éticos y sociales. Llama la atención de sobremanera, la formación académica de Houellebecq, pues es ingeniero agrónomo de formación y trabajó en oficios muy lejanos a las humanidades, sin embargo, esto no ha sido impedimento para que este escritor francés alcance las más altas consideraciones como creador literario. Además de ser una figura mediática, Houellebecq ha construido una voz muy singular en el campo literario y, asimismo ha logrado erigirse como un gran crítico y pensador de los inmensos problemas del mundo contemporáneo.

¿Qué se requiere para escribir un libro? ¿Inteligencia o talento? Esto es difícil de responder, quizás escribir un libro esté más cerca de una obra de arte. Pero la inteligencia es necesaria al momento de escribir, esa inteligencia para articular ideas, crear metáforas y proporcionar un ritmo a la prosa. Aquí quizás se puede llegar a un punto crítico donde es imposible discernir la inteligencia conocida por los psicólogos o talento como se da en varios escritores que han trascendido a innumerables etapas de lo que hoy conocemos como civilización.

Hay escritores muy afamados, distinguidos, que han manifestado a través de libros cómo se hicieron creadores literarios. Ensayan de forma muy personal cómo es que se escribe y se hilvana una historia, uno de estos casos llamativos es el del escritor japonés Haruki Murakami. Este escritor en su libro De qué hablo cuando hablo de escribir (2017:17 ) dice lo siguiente:

Si se trata de escribir una novela, en cambio, se puede lograr un entrenamiento específico. Basta con redactar correctamente (y en el caso de los japoneses opino que la mayoría son perfectamente capaces), un bolígrafo, un cuaderno y cierta imaginación para inventar una historia. Con eso se puede creer bien o mal, una novela. No hace falta estudiar, en ninguna universidad en concreto, ni se precisan unos conocimientos específicos para ello.

Murakami es muy osado a la hora de manifestar su propia experiencia de cómo logró ser el escritor de grandes ventas editoriales y que hoy en día lo consagra como figura literaria mundial. Cuando uno lee ciertos pasajes del libro señalado puede creer que escribir una novela es algo que solo requiere un poco de talento, pero, también, señala que se requiere: esfuerzo y persistencia. Pero estamos hablando de un escritor que viene de una cultura conocida por su eficiencia en diversas áreas del conocimiento, donde el valor a la disciplina es característico para todo ciudadano.

En los últimos siglos, profesionales de variadas disciplinas, de otras áreas del conocimiento como: la medicina, las ciencias naturales y las ciencias exactas, escribieron obras que se han hecho insustituibles en de la historia de la literatura universal. Sus obras han sido originales y por eso han sido apreciados y forman parte de un canon literario que podría ser muy subjetivo, pero que en el día de hoy forman parte de la literatura mundial. Si hiciéramos una búsqueda detallada quizás encontremos autores y creadores literarios en todos los continentes y de diversas épocas que vienen de áreas muy lejanas a las letras. Aquí solo se citará a ciertos escritores que consideramos están dentro de ese castillo de las letras y del cosmos literario. Solo mencionaremos narradores, dejando a un lado a los bardos, ya que en la poesía también hay representantes que han surgido del campo de las ciencias naturales, exactas y médicas. Esto requeriría un estudio más amplio, que podría ser parte de otro estudio y considerando otros matices. Por lo escrito hasta aquí, es necesario anotar a algunos nombres indispensables dentro del campo de la narrativa literaria que, con sus obras, han reafirmado la nobleza del arte de escribir.


Algunos autores


Johann Wolfgang von Goethe: Es quizás uno de los autores universales más completos desde el punto de vista intelectual que se haya visto en los últimos siglos. Aunque nació en 1749, su obra empieza a ser trascendente y a considerarse universal a inicios del siglo XIX. Su más célebre obra literaria es Fausto, cuya moraleja puede ser interpretada como el deseo del hombre ante el conocimiento y cómo esa búsqueda lo conlleva a la miseria moral. Debemos referirnos ahora a la formación de Goethe, estudió Derecho y ejerció como tal en el antiguo imperio alemán. Pero su búsqueda incesante de conocimiento lo llevó a formarse como científico autodidacta. Incursionó en las ciencias e hizo trabajos en el campo de la óptica física, la botánica, la osteología y la geología. Cabe anotar que un mineral es nombrado en su honor, la goethita, que es un hidróxido de hierro muy abundante en la tierra. Como podrá notar un lector, podemos ver los recursos de conocimientos con los que contaba Goethe. En el poema A la luna se lee el siguiente fragmento:


¡Oh tú, la hermana de la luz primera,

símbolo del amor en la tristeza!

Ciñe tu rostro encantador la bruma,

orlada de argentados resplandores;

Tu sigiloso paso de los antros

durante el día cerrados cual sepulcros,

a los tristes fantasmas despabila,

y a mí también y a las nocturnas aves.

Tu mirada domina escrutadora

y señorea el dilatado espacio. (Antología de poetas masones, 2013)


Los versos de Goethe indican el manejo de conceptos y analogías propias de un estudioso de los fenómenos de la naturaleza. Goethe llegó a tener las cualidades del hombre imaginativo, del ser que medita y de la mente que trata de entender lo que le rodea. Además, en toda su obra mira el lado espiritual del ser humano, profundiza sobre lo trascendente qué es la vida y la impotencia que se tiene al intentar manipular el tiempo. Este dramaturgo, narrador y lírico alemán quizás sea uno de los últimos hombres anteriores a la era moderna que vio en la literatura y la curiosidad científica un océano conectado con el espíritu humano y como lo fueron en su época varios hombres de la época del renacimiento italiano.


Antón Chéjov: considerado el más grande cuentista ruso y uno de los más grandes de la historia de la literatura. La propia vida de Chéjov se asemeja a pasajes de los numerosos cuentos que escribió. Enfermo desde muy joven, resistió los embates de la vida, ejerció como médico y usó estos conocimientos para articular varios pasajes de sus obras. Sin embargo, su visión fue la de un hombre común, no se propuso ser un moralista, acepta las circunstancias de la vida, como señala el neurólogo Bruno Estañol:

Los protagonistas de las piezas de teatro y los cuentos de Chéjov son hombres y mujeres maduros habitados por el desencanto. Esperan cambios en la vida, pero íntimamente saben que estos nunca llegarán. Aceptan su destino como un hecho. El Tío Vania es quizás el epítome de estos personajes. Esta desesperanza no los abruma. Chéjov, a pesar de ser un creador joven, crea desde una posición depresiva y resignada y no con enojo o rencor. No quiere cambiar al mundo como los jóvenes. Con frecuencia los protagonistas se han sacrificado por otros: trabajando para enviarles dinero o han aceptado el desamor del otro sin buscar un nuevo amor. Chéjov no quiere ni cambiar al mundo ni convencer a nadie. No juzga ni prejuzga. Acepta la vida como está hecha (Bruno Estañol, 2015: 77-79).

Chéjov fue un hombre de amplia formación académica, llegó a graduarse de doctor en Medicina. Quizás en uno de sus cuentos largos hace uso de su conocimiento e intenta una alegoría de él mismo como persona de ciencias médicas. Lo demuestra con claridad en el relato Una historia aburrida (De los apuntes de un hombre viejo), publicado por primera vez en el número 11 de la revista Sieviernii viestnik, en 1889. Un lector no tan especializado en la obra de Chéjov se podrá sorprender cuando se pregunte en qué momento un médico tendría el tiempo necesario para escribir. Chéjov escribió tanto y de manera asombrosa, aún en su etapa de estudiante de medicina se dio tiempo para imaginar con sus relatos.

También es necesario señalar su visión como profesional de las ciencias médicas en el brevísimo drama Sobre el daño que hace el tabaco, un monólogo de un profesor que bien podría ser él mismo, considerado la voz del escritor ruso, pero desde su visión como galeno. Chéjov hizo de la literatura y la medicina su forma de vida, es quizás el médico que mayor gloria ha logrado en la literatura mundial. Hemos agregado a este breve listado de autores a Chéjov ya que su formación ha sido muy cercana al de las ciencias naturales, a la biología, si queremos ser específicos.


Lewis Carroll: su verdadero nombre fue Charles Lutwidge Dodgson, escritor británico que en sus obras fantásticas demostró la influencia de la lógica matemática en la literatura. En su obra Alicia en el país de las maravillas crea una realidad fresca e insólita. Aunque estaba dirigida para el público infantil en un inicio, es innegable la influencia de este libro en la mente de grandes escritores modernos, como lo señala Jorge Cadavid en su libro Lewis Carroll, Los juegos del lenguaje:

Este libro es el precursor de las letras modernas. Las mutaciones, las transverberaciones, metamorfosis de Alicia y su mundo disparatado convierten a este cuento en un auténtico ejercicio barroco. Caleidoscopio anímico, ejercicio onírico, se emparenta hoy con las obras de Kafka, Ionesco y Cervantes (2005: 13).

Como ya es sabido, Lewis estudió matemáticas, se dedicó a su enseñanza y llegó a publicar libros en los que demostró ser un eximio de la lógica matemática. Tanto en Alicia en el país de las maravillas como en Alicia a través del espejo, Carroll dota sus singulares obras de una visión enigmática, que en ciertas situaciones se asemejan a ecuaciones que él mismo resuelve con demasiada soltura. Jorge Cadavid dice en este sentido lo siguiente: “Los saberes matemáticos de Dogson no representaron ningún tipo de limitación a la fuerza imaginativa de Carroll, sino, más bien, al contrario. Enigmas, adivinanzas, jeroglíficos, ecuaciones se convirtieron en armas para robustecer la facultad” (2005:14). Cadavid también señala:

Carroll construye su propia lógica de la imaginación, donde la verosimilitud lógica supera la verdad ontológica. Las antítesis en este tipo de verdad también son ciertas. La ciencia, a partir de Carroll, empezó a admitir esta inevitable visión caleidoscópica, sustituyendo lo que antes clasificaba como contradicciones por posibles complementariedades (2005:15).

Tal vez, sin proponérselo Carroll ha suministrado inmenso material para los estudios de la semántica. Son innegables las cercanías de sus libros con autores contemporáneos, uno de estos autores en lengua española sería Cortázar. La novela Rayuela, quizás sea una demostración de lo que impregnó Carroll en su narrativa. El universo creado por el autor británico aún hoy es admirado e imitado, las secuelas dejadas en otras artes, como el teatro y el cine son interminables.

Por lo señalado, es posible admitir que Lewis Carroll es el primer escritor moderno cuya cultura en ciencias exactas le hizo fundar una nueva literatura y, también, demostró que quien se lo propone puede ser original, con recursos propios, y conseguir deslumbrar, magnetizar y salir victorioso como creador literario. Un escritor como Carroll no ha aparecido en el mundo moderno, donde la tecnología, los juegos cibernéticos y las nuevas artes están al alcance de la mano. Las nuevas herramientas son tantas que quien se lo plantee puede crear otro mundo, como lo edificó este autor británico. Sin saber que su obra perduraría y haría enloquecer a toda clase de lector, en siglos posteriores, este matemático hizo de una corta obra una abundante mina de imaginación, fantasía y eternidad.


Ernesto Sábato (24 de junio de 1911- 30 de abril de 2011) Doctor en Física:

Es uno de los más grandes escritores de las letras argentinas y latinoamericanas. Cuando Sábato publicó en 1945 su libro Uno y el universo, nadie se imaginó que estábamos ante uno de los grandes escritores de lengua española del siglo XX, ya que Sábato era un conocido físico que se había formado en las mejores universidades del mundo y se había codeado con la élite de los científicos de su época. El ensayo en mención trata principalmente sobre los hechos políticos y filosóficos heredados del siglo XIX y cómo repercuten en la actualidad. El autor expresa su permanente interrogación sobre el hombre y censura la moral neutral de la ciencia. Sábato se graduó como doctor y enseñó física en la Universidad de la Plata. Argentina era en la década de los años cuarenta del siglo pasado uno de los países más destacados en ciencias exactas. Varios científicos de renombre mundial se asentaron en los mejores centros de ese país. Esto coincide con el retorno de Sábato a su país y con la decisión de apartarse de la física para siempre. Muchos colegas y celebridades argentinas se alejaron de él, ya que veían en Sábato a una mente prodigiosa que debería ser un pivote para el desarrollo y crecimiento de la ciencia en Argentina, sobre todo en tecnología nuclear, porque estaba muy de moda en esos años y varios países ansiaban tener la capacidad de una ciencia propia. Sábato medita sobre su situación inesperada, tal como puede verse en su libro Antes del fin, el cual es una autobiografía del mismo Sábato:

Cuando a principios de la década del cuarenta tomé la decisión de abandonar la ciencia, recibí durísimas críticas de los científicos más destacados del país. El doctor Houssay me retiró el saludo para siempre. El doctor Gaviola, entonces director del Observatorio de Córdoba, que tanto me había querido, dijo: “Sabato abandona la ciencia por el charlatanismo”. Y Guido Beck, emigrado austriaco, discípulo de Einstein, en una carta se lamenta diciendo: “En su caso, perdemos en usted un físico muy capaz en el cual tuvimos muchas esperanzas”. (Ernesto Sábato, 1998:45-46).

El hombre es un ser de su tiempo, se desarrolla en su entorno y, sin proponérselo, también lo que otorga ante la sociedad, ante la humanidad depende de su contexto. A medida que los años pasaron y con los libros El túnel y Sobre héroes y tumbas, Sábato logró alcanzar una reputación mundial, y junto a Borges se convirtieron en las personas más mediáticas del campo intelectual hispanoamericano. Pero, además, la sociedad hispanoamericana vio en Sábato a un gran humanista, como un ser humano que está cerca del dolor y que ninguna pérdida le fue ajena. El acto creador siempre fue un aliciente para curar el dolor que vio en los hombres de su tiempo y esto fue agudizado cuando perdió a su hijo Jorge Federico en 1995, en un accidente automovilístico. A pesar de ser un hombre de avanzada edad en aquel entonces, no se dejó morir, resistió y como él mismo lo manifiesta buscó curar su dolor:

¡Cuántas veces, hundido en negras depresiones, en la más desesperada angustia, el acto creativo había sido mi salvación y mi baluarte! Creía entonces en Pavese cuando dijo que al sufrir aprendemos una alquimia que transfigura en oro al barro, la desdicha en privilegio. Pero la ausencia de Jorge es irreparable. Supe que ninguna obra nacida de mis manos me podía aliviar, y me pareció hasta mezquino que intentara distraerme, o aun pintar o escribir algo. (Ernesto Sábato, 1998: 97)

En toda la obra de este escritor argentino se vislumbra una reflexión sobre la conducta del ser humano. Este tipo de sentido amplio, de escritor de mirada panorámica, profundo y que hizo de su estilo reflexivo una característica propia de su pluma. Aunque hoy en día Hispanoamérica no tenga un autor como lo fue Sábato en su tiempo, no se puede decir que no habrá otro gran escritor que estando muy cerca de la colectividad científica y de vanguardia tecnológica abandone su posición para desarrollarse de manera tan asombrosa, tranquila, exitosa, tal como lo logró este escritor argentino.


Paolo Giordano: nacido en Turín en 1982, es un escritor italiano que se doctoró en Física en la Universidad de Turín. A los 26 años recibió la fama internacional con su primer libro La soledad de los números primos. Esta novela hace uso de una metáfora singular: es una relación afectiva donde los protagonistas pueden estar muy cerca, pero jamás juntos, lo mismo que ocurre con algunos números primos. Inclusive en un capítulo de la novela vemos que el escritor italiano usa como título: “Principio de Arquímedes”. Giordano ha escrito hasta ahora tres novelas, ha dejado su vida de físico teórico para dedicarse con integridad a la escritura, oficio que él considera como un acto de aislamiento. El mismo Giordano asegura que la física le dio muchas herramientas como escritor, como se puede ver en la entrevista del 2016, hecha por Fabián Martínez, durante una visita a Bogotá.

La física por varios años constituyó para mí una exigencia muy fuerte porque los temas estudiados son muy duros y de difícil comprensión. Entonces yo aprendí a ser muy paciente, a trabajar, volver a trabajar y empezar de nuevo, hasta que las cosas resultaran claras. La física me enseñó a ir más despacio y esto me ayudó mucho en la escritura (2016).

De hecho, el narrador de su última novela, Como de la familia, es un físico. En una última entrevista, realizada en el Hay festival de Querétaro, le preguntan ¿Qué rasgo de su faceta de físico se cuela en su literatura? Y Giordano responde:

En física me ocupaba de algo que se llama fenomenología de partículas, una de cuyas partes fundamentales son las descripciones. Creo que eso es algo que tengo también naturalmente como escritor: parto sobre todo de un pensamiento, de un análisis de lo que observo. Después puedo construir detrás. Este aspecto de la fenomenología en realidad lo siento muy mío (2016).

Cambiar de forma de vida como escritor no le ha sido muy difícil, aunque, como él mismo confiesa, terminar su primera novela le tomó más de nueve meses. Antes había abandonado otras novelas empezadas, pero buscó con todo ahínco darle forma a la novela que lo consagraría y haría de él una persona muy reconocida en Italia y en el mundo entero a muy corta edad. Nadie sabe si la obra de Giordano ha de perdurar, pero lo que sí es seguro que ha tenido un inicio propicio y la buena fortuna, indudable característica de los grandes escritores, lo ha acompañado. Vivir de la literatura no es fácil para un joven creador y él lo ha logrado, ahora escribe para diversos medios de comunicación, en él se puede distinguir a un representante del mundo actual. En diversas conferencias ha demostrado poseer exquisitez de pensamiento y hasta el momento su celebridad, con el que ya cuenta, no ha cegado su deseo de construir una obra amplia y muy propia de lo que encarna un escritor actual y dedicado.


     ¿Puede uno escribir desde otra órbita?


El arte de inventar a través de la escritura lleva muchos siglos. Los espíritus más consagrados han provisto a la humanidad de mundos nuevos, de fabulaciones extraordinarias, de cantos conmovedores, de poemas que podrían hacer vibrar hasta el alma más dura. El propósito de la escritura, si es que lo hay, es llenar ese vacío que queda en la existencia, completar ese cuadro imperfecto que es la vida misma. Porque nada es más conformista para el individuo que aceptar la realidad tal como es, eso sería inaudito. El ser humano siempre ha inventado historias; crear e imaginar le ha sido necesario. Lo vemos en el arte rupestre y hasta en las antiguas escrituras bíblicas.

Cualquier persona puede crear un relato, inventar una odisea, alucinar una novela. Si es cierto que la mayoría de escritores que forman parte de la historia de la literatura universal han venido de las ciencias humanas, personas adiestradas en el campo de las letras, esto no ha impedido que escritores como los señalados en este texto hayan aportado con su talento en gran parte de lo que puede considerarse el canon de la literatura.

Aunque este texto solo se ha ocupado de narradores, es necesario mencionar a los grandes poetas venidos del campo de las ciencias exactas y naturales. Entre estos podemos nombrar a Nicanor Parra, profesor de la Universidad de Chile, creador de la antipoesía y con una obra tan original que puede ubicarse entre los mejores de la lengua española del último siglo.

Podemos hacer un apéndice señalando que la ciencia siempre ha sido motivo de creación literaria. En las novelas de Julio Verne, Jorge Volpi, Daniel Kehlmann, por señalar solo algunos escritores, se tocan temas científicos, o se recrea la vida de grandes científicos de la historia, pero hay que tener cuidado, estos narradores han concebido libros que son una versión propia de los que ellos han visto desde las ciencias y la tecnología, luego han construido ficciones a partir de esa realidad y manejando la veracidad de datos y principios al antojo de su mente, aquí recae el talento literario de ellos. Es válido decir que escribir desde una órbita es escribir desde una visión de la realidad, una de las cuales puede ser la del creador formado en ciencias exactas, tan duras y tan difíciles de entender para el común de las personas, o como lo podría ser también versificar desde las ciencias naturales o médicas. Ninguna formación del mundo académico actual determina la carrera de un escritor, aunque quizás sí su estilística y su lenguaje.

Escribir desde una órbita es imaginar y fantasear como lo hace un pintor o un músico. En este sentido, el escritor con formación en ciencias exactas y naturales solo hace uso de la singularidad que posee. Podemos aquí traer a colación la definición de imaginación que tenía el gran físico norteamericano David Bohm:

El poder para imaginar cosas que no hemos experimentado se ha considerado el aspecto esencial del aspecto creativo e inteligente. No obstante, este poder se ha visto como una capacidad bastante mecánica de ordenar y distribuir las imágenes del pensamiento vinculadas a la memoria, con cuya ayuda la mente en el mejor de los casos hace una especie de ajustes rutinarios, y en el peor, inventa cosas para engañarse a sí misma, a fin de poder alcanzar su propio placer, comodidad y satisfacción superficial (David Bohm, 2009: 83).

A lo largo de la historia han aparecido autores que en su momento creyeron que sus libros quedarían perennizados en la historia y la memoria de los lectores. Pero muchos han desaparecido y otros son nombrados de manera escasa. Un caso único en Hispanoamérica y que es recurrente mencionar es el de Juan Rulfo, quien con su delgada obra logró trascender y es hoy considerado como un maestro de la narrativa, con un lenguaje y maneras muy propias de la cultura mexicana. La técnica y poesía propia de este escritor mexicano han otorgado a su pluma la consagración ante críticos y lectores. Muchos han imitado su destreza, exotismo y contundencia. Este escritor ha mostrado que con su magistral y brevísima obra no es necesario volúmenes robustos para demostrar que se puede crear y fascinar. En el mundo literario se suele hablar de modas literarias, se menciona que la forma de escribir tiene que ver mucho con la inmortalidad, pero las lenguas cambian, las palabras y maneras de expresarse son dinámicas, además los gustos de los lectores cambian, los ojos del mundo se transforman. Aquí podemos volver a citar a Bloom, quien manifiesta:

Las razones para leer, así como para escribir, son muy diversas y frecuentemente no están claras ni siquiera para los lectores o escritores más conscientes. Quizá la función fundamental de la metáfora o de escribir o leer un lenguaje figurativo, sea el deseo de ser diferente, de estar en todas partes. (Harold Bloom, 2017: 531)

Todo libro es un mar de incertidumbres y certezas, de genialidad y oscuridad, de formalismo y experimentación. Pero los gustos literarios tienen que ver mucho con el arte de embrujar con las palabras, quizás los poetas estén más cercanos a este comentario, pero ningún escritor puede sobresalir sin estar dotado de dedicación y disciplina, como lo ha señalado Vargas llosa (2014), alcanzar la destreza de la escritura para fabricar narrativas singulares e inigualables, depende más del esfuerzo, del trabajo constante en la palabra, cercano más al oficio de un artesano y que dista mucho de aquel que tiene fe en una magia suprema o divina. Si queremos saber cómo se forma un escritor, debemos leer la biografía de Flaubert, por citar a uno de los grandes escritores de la historia de la literatura. Vargas Llosa ha manifestado en varias ocasiones como alguien que ama la literatura, pero que no ha nacido con ese don de escribir puede alcanzar a construir grandes libros si se dedica mucho tiempo a adquirir esa destreza necesaria para la creación literaria.

A manera de conclusión podemos decir lo siguiente: la literatura, esa forma particular de usar el lenguaje que según Aristóteles está ligada a la belleza, no está negada a ningún individuo, y mucho menos a los que tienen formación científica. Algunos de ellos, alcanzan lo que ahora puede llamarse un nivel profesional de creación literaria, una capacidad muy desarrollada de conmover y seducir con el lenguaje. Ahora, a diferencia de lo que ocurría en la Grecia clásica, la literatura no es fuente primaria de conocimientos científicos, pero sí de su divulgación, como ocurre con los casos que hemos estudiado de forma breve y sin el deseo de construir un catálogo de autores venidos de distintas áreas del conocimiento.


Bibliografía


Frankl, Víctor (2013). El hombre en busca de sentido. Barcelona: Editorial Herder.

Bloom, Harold (2017). El canon occidental. Anagrama, colección compactos.

Antología de poetas Masones (2013). Editorial Masónica. Oviedo España.

Estañol, Bruno (2015). Revista: Salud Mental; 38(1):77-79, ISSN: 0185-3325.

Cadavid, Jorge (2005). Lewis Carroll, los juegos del lenguaje. Bogotá: Editorial Panamericana.

Ernesto Sábato (1998). Antes del fin, Grupo editorial Planeta. Buenos Aires.

Bohm, David (2009). Sobre la creatividad. Barcelona: Editorial Kairós.

"Flaubert's talent was achieved through discipline and hard work." Mario Vargas Llosa's inspiration (2014). (visualizado el 10-06-2018)

https://www.youtube.com/watch?v=R5bGWoyzG0U

 
 
 

Por: Pedro Agudelo Rendón


NARRACIÓN

Hilos de tiempo


Lo único que nos separa de la muerte es el tiempo

Ernest Hemingway


A Gerard Genette

In memoriam


A Johana,

una mujer hecha de alegría y globos de color azul.

In memoriam


La muerte es un templo que dice el nombre de las cosas sin nombrar el vacío del que está hecha la realidad, un hueco y un agujero en el que se esconden los templares de tiempos antiguos, una oquedad en la que cabe una lágrima sin necesidad de llorar o en la que se meten los ratones de la tristeza para ruñir las alegrías que dicen lo que somos cuando caminamos solos. Camina por el aire y se bate en combate con el aliento que sostiene nuestra vida, se torna pompa de jabón para explotar en nuestro rostro y recordarnos la fragilidad de nuestra existencia. A veces se ríe y a veces nos hace llorar. Lloramos sin sentido cuando la muerte se va y cuando la muerte se nos lleva un pedazo de lo que somos y, en ocasiones, le damos sentido al vacío que llevamos dentro con el vacío que nos deja. Es la máscara de la muerte y la forma en que trama sus hilos de tiempo, es la farsa que punza las letras de nuestro nombre y fractura los muros de nuestra piel, es el tiempo hecho un relato que se quiebra con la tristeza como si fuéramos los personajes de su espectáculo.


Nos hace trampa. Nos dice su nombre en secreto, pero su secreto es el frío de nieve que deja en nuestro cuerpo. Nos dice el fin del mundo, pero nos niega las formas del recuerdo. Ella es el mismo tiempo. El relato. La muerte. Ella construye hilos y figuras (Figuras I, Figuras II o Figuras III)[1]. Así empieza la historia de la vida, como si fuera la historia de un cuento o de una narración que traspasa las barreras del texto de ficción que tejemos entre todos. Entonces la vida se despide dejando el nudo entre los labios, dejando la trama a medio empezar. Una retrospección es necesaria. Una proyección. Una expansión de las formas en que la muerte le dice adiós a la vida.


Allí está Genette, apoltronado en su asiento. El ingeniero del relato deconstruyó la forma en que el tiempo nos desbarata la vida misma. La muerte cortó con sus tijeras el hilo de su propia historia. Kronos le gritó en sus oídos y él desplazó sus orejas a una revelación más señera. Dijo que el récit era el orden real de los sucesos del texto, que l’histoire era la secuencialidad real de los sucesos y la narration el acto de relatar en su propio devenir temporal. Con esto abrió un agujero negro, y, en esas extrañas coincidencias de la muerte, sus pasos encontraron los pasos de Stephen Hawking —¡otro artífice del tiempo!— quien muriera dos meses antes que él. Quizá caminan juntos, o quizá se pusieron de acuerdo para clavar una puñalada al Kronos devorador del tiempo, a orillas del Nilo, cerca de la fuente en que bebió Cleopatra el amor de Antonio, cerca de la cumbre donde la muerte arroja a sus hijos por ese agujero del que surgen las historias secretas de fantasmas y duendes.

[1] Genette, Gérard. 1966, 1969 y 1972, respectivamente.

 
 
 

Por: Maira Alejandra Zapata

maira.zapatap@gmail.com


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La leyenda de Tristán «el más leal cavallero del mundo» y de Iseo «la brunda» fue muy difundida durante la Edad Media y ha inspirado diversas creaciones a lo largo de la historia, entre ellas, la tan aclamada ópera de Wagner: Tristan und Isolde. Esta leyenda fue consignada en forma escrita en el siglo XII, en la zona influenciada por la dinastía normanda de Inglaterra y sus parientes franceses y alemanes.


Entre las versiones primarias escritas conservamos el poema de Béroul (h. 1180), el poema de Thomas (h. 1155-1170) y el poema de Eilhart von Oberge (h. 1170-1190); posteriormente aparece la novela francesa: Roman de Tristan en prose (h. 1230) y el poema episódico la Folie Tristan (h. 1170). Sin embargo, la versión que aquí nos ocupa es la relaboración castellana renacentista: Tristán de Leonís, la cual tuvo varias ediciones entre 1501 y 1533 y fue una de las más leídas durante su época, pues se encuentra impregnada de la llamada matière de Bretagne, es decir, de aquellos escritos cuyos temas principales son el misticismo celta, los hechos maravillosos y el tratamiento de los personajes de la leyenda artúrica.


Es así como esta versión castellana del Tristán llega a nosotros gracias a la edición de María Luz Divina Cuesta-Torre, profesora titular de Literatura Española y miembro del Instituto de Estudios Medievales y del Departamento de Filología Hispánica y Clásica de la Universidad de León; sus líneas principales de estudio son: la adaptación, transformación y recreación en la literatura medieval en español de obras creadas en otras lenguas y la narrativa de temática caballeresca. Es importante resaltar que la autora tiene una edición del famoso libro de caballerías: Tristán de Leonís el Joven (Centro de Estudios Cervantinos, 1999. ISBN 84-88333-31-5) y un estudio dedicado a las aventuras amorosas de Tristán, como su nombre lo indica: Aventuras amorosas y caballerescas en las novelas de Tristán (Universidad de León, 1994. ISBN 84-7719-423-8). Ahora bien, su edición del Tristán de Leonís está basada en el único ejemplar conocido de la primera edición, la cual fue publicada en Valladolid por Juan de Burgos en 1501, ésta consta de 94 folios, de los cuales, los primeros 3 están rehechos, carece del folio 73 y está conservado en The British Library con la signatura C.20 d. 24. 9. Inicialmente, la autora nos presenta una introducción bastante completa con una guía de lectura que permite al lector conocer de manera muy completa el origen de la leyenda de Tristán e Iseo y su difusión por Europa, su recepción durante la Edad Media, su desarrollo posterior en el siglo XVI y el papel del «autor-adaptador» de 1501; luego, de manera mucho más analítica aborda la influencia de la ficción sentimental en la obra, la idea del Tristán como libro de caballerías; y finalmente ofrece una amplia bibliografía que permite una comprensión panorámica de las versiones de la leyenda, sus manuscritos en lenguas peninsulares y modernas, las diferentes ediciones, incluyendo las que se han perdido y los diferentes estudios que se han hecho acerca de los ‘tristanes’ castellanos.


Seguidamente la autora nos presenta el texto en cuestión cuyo nombre original es Libro del esforçado cavallero don Tristán de leonís y de sus grandes fechos e armas y es importante aclarar que dicho texto se presenta con algunas grafías actualizadas y sigue conservando la sintaxis de la época. La obra tiene un total de LXXXIII capítulos e inicia con un proemio que la justifica como era costumbre, allí se comenta al lector que la obra: “fue trasladada de francés en romance castellano y emprimida con mucha diligencia, y puesta de capítulo en capítulo su historia, porque fuesse más frutuosa e plazible a los lectores e oidores.” (p. 2). En ese mismo proemio encontramos una anotación que resume el argumento de la obra, pues recordemos que lo importante de la obra no es la historia de la leyenda como tal, pues era conocida por la mayoría del público, sino la manera en que ésta se contara: “La historia de don Tristán de Leonís, hijo del rey Meliadux, el cual, por sus grandes virtudes e por ser inclinado más a honra que a los transitorios plazeres, passó grandes e diversas e maravillosas fortunas, de las cuales todas por su fiel amor, caridad y lealtad alcançó buena salida, dexando señalada memoria de sus grandes hazañas e proezas.” (p. 2)


Ahora bien, en el Tristán de Leonís se pueden relacionar varios tópicos muy interesantes de temática caballeresca, como: la fama y genealogía del héroe, la imposición de su nombre:


-!O, mi fijo, cómo tú eres nacido en gran tristeza e en grand dolor!, ca después que tú fuiste engendrado perdí a tu padre, e agora eres nascido en gran tristeza. Yo quiero que ayas nombre Tristán, e seas bendito de Dios e de mí. (p. 9)


La belleza de la amada que a su vez se relaciona con la fuerte presencia de la matière de Bretagne en la obra[2], como queda expresado en una carta que dirige Galeoto (Galehaut o Galehault) al rey Artur (Arthur):


E dígovos que en el mundo no ay sino dos cavalleros e dos dueñas: el uno, Lançarote del Lago, e el otro, don Tristán de Leonís; e dueñas, la una es la reina de Ginebra, e la otra es la reina Iseo la Brunda. E en aquestas cuatro personas son las bondades e las cortesías del mundo. (p. 55-56)[3]


Otros tópicos allí muy bien representados son la presencia de la magia y lo sobrenatural, la presentación de la ficción como historia, la figura del escudero, los prototipos de amantes y figuras ejemplares del roman courtois (el trovador y su amada), el don en blanco y el rescate constante de la amada. Sin embargo, lo que hace a esta obra excepcional frente a otras relaboraciones de la leyenda es sin duda el humor de varias de sus escenas y también su ambivalencia entre libro de caballerías -que según la autora puede entenderse como obra donde “sus folios narran la biografía caballeresca y amorosa del protagonista, combinando elementos corteses y de la caballería andante” (p. 30)- pero sobretodo como parte de la ficción sentimental: “E cuando Tristán se vio quinze millas de mar, començó a pensar en el amor de Iseo, e lloró fuertemente, e si no le fuera vergüenza, él oviera hecho tornar la nao; mas la nao fizo su viaje.” (p. 84)


De esta manera, el lector puede hacerse una idea clara del valor expresivo y creativo de este texto renacentista, de la riqueza histórica que alberga de la lengua española y que a pesar de haber sido olvidado y marginado durante el Siglo de Oro y por ello tener tan pocas fuentes, es posible conocerlo a través de esta edición. El Tristán resulta una obra ‘cómica’, que atrapa al lector con sus escenas repletas de desafíos, combates, gigantes, dueñas y doncellas, enanos, hechiceros, dones, justas, torneos, guerras y fama, todas ellas desarrolladas en un ambiente cortesano.


[1] Recordemos su popularidad a partir de Historia regum Britanniae de Geoffroy de Monmouth (h. 1130-1136).

[2] El caso del Amadís de Gaula.

[3] Esto nos remite al famoso episodio de los dos cuñados amantes: Paolo y Francesca, personajes de la Divina Comedia de Dante, quienes representan la historia de Lancelot y Ginebra (La Commedia, Inf, 5-137).


*Imagen tomada del manuscrito: Tristan en prose with interpolations of Lancelot en prose. (ff. 141-151) Northern France; 4th quarter of the 13th century

 
 
 

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