Por: Alejandro Vega Carvajal
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—¡Somos semilla!— gritó Moisés al pueblo suscitado. El excitado Dios también lo escuchó y abrió sus piernas vibrantes y saladas. El pueblo penetró el fuerte cuerpo de agua, quería agarrar su promesa: la cadera robusta y fértil de la que brota la leche y la miel.
En cuanto los egipcios quisieron ser parte de la orgía, el Dios juntó las rodillas y los tobillos y los apretó hasta ahogarlos.
Encima del vientre de la tierra el pueblo de Moisés festejó. Su Dios les dio a probar el jugo de la vida.
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