top of page

“L'Anus solaire” de Georges Bataille (Traducción)

Actualizado: 3 mar 2019


Por: Julián García

pjulian.garcia@udea.edu.co


Ilustración de André Masson, 1931.


El ano solar


Está claro que el mundo es exclusivamente paradójico, es decir, que cada cosa que se mira es la parodia de otra o, incluso, la misma cosa bajo una forma engañosa.

Desde que las frases giran en los cerebros ocupados en reflexionar, se procede a una identificación total, ya que gracias a la ayuda de una cópula, cada frase une una cosa con otra; y todo estaría visiblemente unido si se abarcara de una sola mirada, en su totalidad, el trazo dejado por un hilo de Ariadna, el cual conduce el pensamiento en su propio laberinto.

No obstante, la cópula de los términos no es menos irritante que la de los cuerpos. Y cuando grito: SOY EL SOL, me sobreviene una erección completa, puesto que el verbo ser es el vehículo del frenesí amoroso.

Todo el mundo es consciente que la vida es paródica y que necesita una interpretación.

Así, el plomo es la parodia del oro.

El aire es la parodia del agua.

El cerebro es la parodia del Ecuador.

El coito es la parodia del crimen.


El oro, el agua, el Ecuador o el crimen pueden ser enunciados indiferentemente como el principio de las cosas.

Y si el origen no es semejante al suelo del planeta que parece ser la base, sino al movimiento circular que el planeta describe alrededor de un centro móvil: un automóvil, un reloj, una máquina de coser pueden ser aceptados igualmente como principio generador.


Los dos principales movimientos son el movimiento rotativo y el movimiento sexual, cuya combinación se expresa mediante una locomotora compuesta por ruedas y pistones.

Estos dos movimientos se transforman el uno en el otro recíprocamente.

De esta manera, se evidencia que la tierra al girar hace copular a los animales y a los hombres, y (como lo que resulta es también la causa de lo que provoca) que los hombres y los animales hacen girar la tierra copulando.

La combinación o transformación mecánica de estos movimientos es lo que los alquimistas buscaban bajo el nombre de la piedra filosofal.

Es por el uso de esta combinación de valor mágico que la situación actual del hombre está determinada en medio de los elementos.


Un zapato abandonado, un diente con caries, una nariz demasiado corta, el cocinero escupiendo en la comida de sus amos, son al amor lo que el pabellón a la nacionalidad.

Un paraguas, una sexagenaria, un seminarista, el olor de los huevos podridos, los ojos penetrantes de los jueces, son las raíces por las que el amor se nutre.

Un perro devorando el estómago de un ganso, una mujer ebria que vomita, un contador que solloza, un tarro de mostaza, representan la confusión que sirve al amor de vehículo.


Un hombre situado en medio de los otros se irrita al saber por qué no es uno de los otros.

Acostado en una cama junto a una chica que ama, olvida que no sabe por qué es él en lugar de ser el cuerpo que toca.

Ignorándolo todo, sufre a causa de la oscuridad de la inteligencia que le impide gritar que él mismo es la chica que olvida su presencia agitándose en sus brazos.

El amor o la cólera infantil, o la vanidad de una viuda de provincia, o la pornografía clerical o, el solo de una cantante de ópera, hacen divagar a los personajes olvidados en los apartamentos polvorientos.

Se esforzarán en buscarse ávidamente unos a otros: nunca encontrarán más que imágenes paródicas y se dormirán tan vacíos como los espejos.


La chica ausente e inerte que está suspendida en mis brazos, sin hacerme ilusiones, no me es menos extraña que la ventana o la puerta a través de la(s) que puedo mirar o pasar.

Encuentro la indiferencia (que le permite abandonarme) cuando me duermo por incapacidad de amar los acontecimientos.

Le es imposible saber a quién encuentra cuando la estrecho porque ella representa obstinadamente un completo olvido.

Los sistemas planetarios, que giran en el espacio como discos rápidos y cuyo centro se desplaza describiendo infinitamente un círculo más grande, se alejan continuamente de su propia posición para volver a ella acabando su rotación.

El movimiento es la figura del amor incapaz de detenerse sobre un ser en particular y pasando rápidamente de uno a otro.

Aunque el olvido, que así lo condiciona, es únicamente un subterfugio de la memoria.


Un hombre se levanta tan bruscamente como un espectro sobre un ataúd y se acuesta de la misma manera.

Se levanta de nuevo algunas horas después, se acuesta asimismo y continúa así cada día: este gran coito con la atmósfera celeste está regulado por la rotación terrestre frente al sol.

Así, aunque el movimiento de la vida terrestre esté acompasado por esta rotación, la imagen de este movimiento no es la tierra que gira, sino la verga penetrando a la hembra y saliendo de ésta casi por completo para volver a penetrar.


El amor y la vida parecen individuales sobre la tierra solamente porque en ésta todo se rompe por vibraciones de amplitud y de duración diversas.

No obstante, no existen vibraciones que no estén conjugadas con un movimiento circular continuo, del mismo modo que la locomotora que rueda sobre la superficie de la tierra, imagen de la metamorfosis continua.


Los seres solo mueren para nacer a la manera de los falos que salen de los cuerpos para volver a penetrarlos.

Las plantas se elevan en la dirección del sol y se acuestan luego en la dirección del suelo.

Los árboles cubren el suelo terrestre con una cantidad innumerable de vergas floridas apuntando hacia el sol.

Los árboles que crecen con fuerza acaban quemados por el rayo, talados o desarraigados. Devueltos al suelo, se elevan idénticamente con otra forma.

Pero su coito polimorfo está en función de la rotación terrestre uniforme.


La imagen más simple de la vida orgánica unida a la rotación es la marea.

Del movimiento marino, coito uniforme de la tierra con la luna, procede el coito polimorfo y orgánico de la tierra y el sol.

No obstante, la primera forma del amor solar es una nube que se eleva por encima del elemento líquido.

La nube erótica se torna a veces tormenta y desciende sobre la tierra en forma de lluvia, mientras el rayo penetra las capas de la atmósfera.

La lluvia vuelve a elevarse pronto bajo la forma de planta inmóvil.


La vida animal procede en su totalidad del movimiento de los mares y, en el interior de los cuerpos, la vida continúa emergiendo del agua salada.

El mar ha jugado así el papel del órgano hembra que se torna líquido bajo la excitación de la verga.

El mar se masturba continuamente.

Los elementos sólidos que contiene y, removidos por el agua animada de un movimiento erótico, manan en forma de peces voladores.


La erección y el sol escandalizan de la misma manera que el cadáver y la oscuridad de las cuevas.

Los vegetales se dirigen uniformemente hacia el sol y, por el contrario, los seres humanos, aunque sean faloides como los árboles, en oposición al resto de animales, desvían necesariamente los ojos.

Los ojos humanos no soportan ni el sol, ni el coito, ni el cadáver, ni la oscuridad, sino con reacciones diferentes.


Cuando tengo el rostro inyectado de sangre, se torna rojo y obsceno.

Traiciona al mismo tiempo, por mórbidos reflejos, la erección sangrienta y una sed demandante de impudor y desenfreno criminal.

Por tal razón, no temo afirmar que mi rostro es un escándalo y que mis pasiones solamente pueden ser expresadas por el JÉSUVE.

El globo terrestre está cubierto de volcanes que le sirven de anos.

Y aunque este globo no devore nada, a veces expulsa al exterior el contenido de sus entrañas.

Este contenido surge estrepitosamente y cae de nuevo chorreando por las pendientes del Jésuve, sembrando por todas partes el terror y la muerte.


En efecto, los movimientos eróticos del suelo no son fecundos como los de las aguas, pero son mucho más rápidos.

La tierra se masturba a veces con frenesí y todo se derrumba sobre su superficie.


Le Jésuve es, entonces, la imagen del movimiento erótico, dando por fractura a las ideas contenidas en la mente la fuerza de una erupción escandalosa.


Aquellos en que se acumula la fuerza de erupción están situados necesariamente abajo.

Los obreros comunistas parecen a los burgueses tan feos y tan sucios como las partes sexuales y velludas o partes bajas: tarde o temprano tendrá lugar una erupción escandalosa en el curso de la cual las cabezas asexuadas y nobles de los burgueses serán cortadas.


Desastres, las revoluciones y los volcanes no hacen el amor con los astros.

Las deflagraciones eróticas revolucionarias y volcánicas están en antagonismo con el cielo.

Lo mismo que los amores violentos, se producen quebrantando la fecundidad.

A la fecundidad celeste se oponen los desastres terrestres, imagen del amor terrestre sin condición, erección sin fin, sin regla; escándalo y terror.


El amor grita así en mi propia garganta: soy el Jésuve, inmunda parodia del sol tórrido y cegador.

Desearía ser degollado violando a la chica a quien hubiera podido decir: eres la noche.

El Sol ama exclusivamente la Noche y dirige hacia la tierra su violencia luminosa, verga innoble, más se encuentra en la incapacidad de obtener la mirada o la noche, aunque las nocturnas extensiones terrestres se dirigen continuamente hacia la inmundicia del rayo solar.


El anillo solar es el ano intacto de su cuerpo a los dieciocho años, al cual nada tan cegador puede compararse, con la excepción del sol, aunque el ano sea la noche.


Traducido a partir de: Bataille, G. (1970). Œuvres complètes. Premiers écrits 1922-1940. Páris: Gallimard.

139 visualizaciones0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

Operative Bildlichkeit mit und ohne Algorithmen (Traducción)

Iconicidad operativa: con o sin algoritmos Sybille Krämer Simposio: Imagen – algoritmo – Bauhaus Universidad de Antioquia, Medellín – Colombia 1. ¿Qué significa ‘iconicidad operativa’? El significado

bottom of page