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Editorial Nº1

Actualizado: 7 may 2019

“Cada vez me convenzo más de que estudiar es orar”, confesaba el joven estudiante Efe Gómez ante el problema del sentido de la ciencia, en un entorno hostil a ella. Y es que la labor académica, aún en una sociedad escolarizada, siempre ha sido incierta en su rasgo esencial: el diálogo. Tomar en serio tal rasgo esencial de la Universidad se traduce en la formación que se pone permanentemente en tela de juicio, libre del dogma ─las opiniones y artículos de fe─ que esteriliza el saber: y dogma es también la vara de lo útil usada para medir el sentido de la Universidad. Formar al individuo y a la sociedad desde la generación crítica de conocimiento prima como objetivo para la Universidad, y desde ahí se construye su sentido. Como no pocos han indicado ya: el saber tiene deber social.

Baldomero Sanín Cano señaló alguna vez que para ser crítico literario primero hay que ser “filólogo”; filólogo en el mejor sentido de la palabra: estudioso de la historia y la filosofía, de la sociedad, el lenguaje y la literatura. En un país en el que la filología hispanista fue instrumento teórico y práctico de sometimiento, homogenización e imposición de un pensamiento, hoy el deber social de la filología, en el sentido de Sanín Cano, es mayor. Y nuestro pregrado, concebido azarosamente en su currículo desde la lingüística, los estudios literarios, la historia de la cultura y otros compartimientos académicos cada vez más amputados, se encuentra llamado a tal función desde la formación profesional; y sus estudiantes, directos implicados, están llamados a velar porque la función se cumpla.

Es este el rumbo que pretendemos tomar, encauzados por la articulación que propone la Red de Estudiantes de Filología; rumbo que implica reunir a estudiantes, profesores y egresados. Informar sobre la actualidad académica y cultural del pregrado para promover la participación no será entonces la única tarea de este medio: retomamos aquí la función que cumplió Bastardillas como registro de la vida institucional, pero, atendiendo a lo anterior, pretendemos sumar la reflexión, la crítica y la creatividad, es decir, los componentes del diálogo auténtico, tan ausente en toda la vida cultural de nuestra Alma Mater. Tal es razón por la que se encuentra bienvenida toda la escritura de los estudiantes, sin las usuales castraciones de la escritura académica que no siempre garantizan el rigor o la fecundidad.

Así pues, Filología, órgano de difusión estudiantil, saluda a toda la comunidad académica del pregrado y extiende la invitación a participar en ella, como lo hizo para nuestro primer número el profesor Pedro Agudelo Rendón, a quien destacamos desde la editorial por el enfoque que le da al interrogante por nuestra disciplina.

Somos conscientes, finalmente, de que la perspectiva aquí propuesta sobre la filología es una entre varias que convergen en nuestro hábitat académico y por eso esperamos que este espacio sea propicio para la polémica.

Felices vacaciones.

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