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Editorial N°5

Actualizado: 26 feb 2019

Salud a los verdaderos filólogos porque ellos difunden algo divino y llevan el sentido del arte al mundo de la erudición. Ningún filólogo puede ser solo un artesano Friedrich Schlegel


    A lo largo de este primer volumen de Filología hemos pretendido contribuir a cuestionar los caminos tradicionales de la disciplina que nos nombra. Hemos pretendido derrumbarle los pesados ladrillos de anquilosamiento bajo los que yace sepultada, aun cuando el intento, quizás, desemboque en la comprobación varias veces contemplada sobre el absurdo de la filología frente a las ciencias sociales modernas. Pero el barato chauvinismo con el que se maquilla una y otra vez toda una serie de mitos nacionales fundados en contribuciones filológicas de cuño decimonónico, actualiza, necesariamente, la discusión. Y chauvinismo barato es el que ha puesto a flote las aguas del Cauca. Semejante podredumbre se ha mostrado con la más impertinente obstinación capaz de volver, una y otra vez, apenas con ligeros retoques, a lo largo de todo el siglo pasado, de la mano de nombres como los de Bernardo Toro Idarraga, Luis López de Mesa o Jaime Sanín Echeverri, nombres todos ligados a la historia de la Universidad de Antioquia. Nos sorprende, a algunos, que tal podredumbre siga orientando la política nacional colombiana, y con uno de nuestros menos gratos egresados a la cabeza. ¿Acaso destrozar el mito de la raza antioqueña es una de las más urgentes tareas de una filología contemporánea? No obstante, dilucidar dicha tarea nos ubica con mayor vigencia frente al problema de la filología y las ciencias sociales modernas.

    Hay una relación privilegiada entre ellas a través del dueto de lingüística y estudios literarios. La supresión del Instituto de Filología de la Universidad de Antioquia a mediados del siglo XX dejó en orfandad prolongada a un departamento profesoral que, pese a las distintas reformas académicas y administrativas de la Universidad, vino a establecerse como unidad académica hace cosa de tres décadas: de su unión con el Departamento de Comunicación Social resultó la fundación de la Facultad de Comunicaciones. A la formulación del pregrado en Letras: Filología Hispánica precedieron las emblemáticas revistas Lingüística y Literatura y Estudios de Literatura Colombiana, creada esta para acompañar institucionalmente la maestría en literatura colombiana, mientras el Departamento de Lingüística y Literatura, transformado en área, proseguía con la consolidación de tres posgrados más: maestría y doctorado en lingüística, y un doctorado más en literatura. El pregrado en Letras tuvo su cuna entre tales dos monumentos disciplinares. Hoy, la parte de Letras fue eliminada en la transformación curricular del pregrado; la Filología hispánica resultante, por su parte, se vio achatada en la reducción a ocho semestres. ¿Por qué en primer lugar fue propuesto un pregrado en filología y no, por ejemplo, en lingüística y literatura, como existe en la Universidad de Cartagena? La cuestión radica fundamentalmente en una idea, según el documento fundacional de pregrado: la historia de la cultura. Esta articulación de historia cultural, lingüística y estudios literarios fue la respuesta de los profesores fundadores a la pregunta por la filología entre las ciencias sociales modernas. Para conseguir la reducción semestral en la nueva versión, la de menos velas en el entierro fue la historia cultural. El pregrado semeja ahora, con mayor determinación, una presentación curiosa de pregrado en lingüística y literatura. ¿Qué posibilidad mantiene la filología sin historicidad en la cual insertar los fenómenos del lenguaje? En la Biblioteca, el polvo cubre cada vez más el busto de Andrés Bello mientras el de Luis López de Mesa sigue intacto, frenando los soplos de viento de la modernidad.

Al respecto de las implicaciones de dicha transformación curricular para los estudiantes, Federico Jiménez supone cómo sería cumplir perfectamente con el contenido del currículo del pregrado, tendiendo puentes con Letras y la versión actual. Jacobo Cobo, respondiendo a un reto de nuestro Equipo Editorial, describe la barahúnda que asola todos los escenarios de la vida colombiana y cuya condena parece compartir la Universidad, en medio de los aniversarios sonoros de algunos proyectos universitarios. Alejandro Vega registra las divagaciones de un solitario viaje en motocicleta, de María José Botero publicamos un cuento corto, y, desde Cartagena, Cindy Herrera nos ofrece uno sobre la circularidad de la rutina. Yuliet Tirado, por su parte, nos ofrece un poema que hace eco de la violencia. Laura Correa, finalmente, nos informa sobre la reciente jornada académica que adelantó el Grupo de Estudios Sociolingüísticos (GES) en la Facultad. Sobre la vida política nacional, como lectura recomendada, publicamos un texto de Georg Simmel sobre la relatividad de la inteligencia y los partidos que se oponen a la educación popular.

    Por último, presentamos a nuestro público lector nuestra página filologia.ga, diseñada con la asistencia del equipo de tupale.co. En esta página el lector podrá encontrar el contenido del presente número en un formato pensado para su difusión digital por la web, además de todos los números anteriores en versión .pdf. A lo largo de las semanas siguienes subiremos bajo el mismo formato los artículos pasados, para la lectura vacacional. Filología volverá el próximo semestre, en agosto, luego de las obligadas vacaciones académicas. Gracias a todos por acompañarnos.

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