Hay una tensión latente entre el ser migrante, la lucha por una integración real y la visión de reconstruirnos bajo los parámetros de una nueva cultura. Si ponemos atención a los términos «desculturación», «aculturación», «inculturación» y «transculturación», que Ortiz, García Canclini, Mertz-Baumgartner y Rama han explicado ampliamente, nos damos cuenta de que esta tensión no distingue política, religión o economía. Aunque sí parece claro que la tensión puede llegar a ser más fuerte o suave entre refugiados, exiliados políticos y personas que se movilizan de un lugar a otro por deseo propio.
Ovidio, G. Flaubert, J. Donoso, J. Joyce, C. Cavafis, J. Álvarez, P. Celan, A. Jeftanovic, E. Said, entre otros, son escritores y teóricos que muestran claramente esta tensión. En muchos casos la más fuerte es la del exilio, ¿cómo un lugar de origen que ahora está lejano, y quizás solo en la imaginación volverá a ser lo que era, puede convertirse en la excusa para escribir sobre temas universales y, al mismo tiempo, locales? Como estudiante latinoamericana y migrante que llegó hace cuatro meses a Berna, me hago esta pregunta casi todos los días cuando me dirijo a la Universidad a estudiar.
Cuando hice mi carta de motivación para obtener la visa de estudiante y poder venir al otro lado del Atlántico, especifiqué que mi intención era ver, leer, estudiar y analizar la mirada que Europa tiene sobre Latinoamérica. No me importaba, y aún no me importa, si esa mirada era o no dolorosa para mí. Lo relevante era ver objetivamente cómo la academia europea ha construido la imagen de Latinoamérica, cómo nos han leído a través de los años, cómo nos han interpretado desde la Conquista[1], pasando por las independencias y la construcción del imaginario de nación, hasta llegar a lo que hoy conocemos como países en vías de desarrollo. Quería y quiero ver todas las perspectivas: las literarias, las lingüísticas, las políticas y las sociales; los puntos de encuentro y desencuentro.
En la Suiza alemana solo existe una Maestría en Estudios Latinoamericanos, este master se encuentra en la Universidad de Berna y se divide en cuatro módulos o componentes: música, antropología social, historia y lingüística/literatura. En el resto de universidades suizas, por ejemplo, las universidades de Zúrich, Neuchâtel, Friburgo o Ginebra también existen institutos romanísticos, es decir, lugares donde se aprende sobre las lenguas romances (italiano, francés, español y portugués) y donde se estudia la literatura y la lingüística de Hispanoamérica.
Según el portal swissinfo,la lengua española se difunde activamente desde hace más de cuarenta años, cuando se crearon los primeros cursos de español, inicialmente de España, con el fin de que los alumnos mantuvieran un vínculo lingüístico y cultural con su país de origen. Podríamos sumar, además, una encuesta realizada en España en 2017, la cual afirma que en Suiza hay más de 124.000 hispanohablantes. Si agregamos también a todos los suizos que por diferentes razones se han acercado a la lengua, nos encontramos ante un mercado estudiantil que le abre las puertas tanto a foráneos como a locales. Me parece extraño que un país que está tan abierto a aprender el español cree una maestría sobre Latinoamérica dictada casi completamente en alemán. Especialmente, porque ¿cómo podemos entender a Latinoamérica si solamente leemos lo que está escrito en alemán o en inglés? ¿Hay una comunicación real entre la academia latinoamericana y la suiza alemana?
Que la única maestría en Suiza sobre Latinoamérica sea dictada casi completamente en alemán plantea además otros problemas, ya que los únicos cursos que estudian específicamente a América Latina son de literatura e historia. Las otras dos ramas de la maestría quedan desprotegidas y absolutamente dirigidas a los cursos que la Universidad ofrezca en antropología social y en música, en su mayoría basados en conceptos creados por europeos, norteamericanos o mediorientales para explicar procesos culturales, sociales, políticos, históricos y literarios, que luego son aplicados al contexto latinoamericano.
Una de las cosas que demostró el postcolonialismo y la visión de los estudios culturales, creada en Gran Bretaña, es que ya no podemos explicar solamente una cultura desde un punto de vista (normalmente dominante), sino que debemos recoger las otras historias y ver el mundo de una forma más heterogénea. Comenzar a ver al «otro» no como algo o alguien exótico, aceptado desde el afuera, sino apreciarlo sin el miedo interno a lo desconocido, que no deja penetrar esa esfera de lo externo, lo extraño, lo extranjero, y que no permite ver eso «otro» en toda su magnitud. ¿Qué pasa entonces si seguimos tomando metodologías y teorías nacidas en el Viejo Mundo y las hacemos caber en el Nuevo Mundo?, ¿podemos decir realmente que la teoría europea puede describir a Latinoamérica en todas sus dimensiones y que ha sabido describirla a través de los años?, ¿no estaremos reproduciendo de nuevo un orden dominante que ahora nos dice que nos miremos a nosotros mismos?
Es un poco absurdo porque todas estas preguntas ya fueron expresadas por otros compañeros de clases en filología y, probablemente, también fueron pensadas en las más importantes universidades de América Latina. Pero entonces, por qué en esta universidad no están leyendo a Rama, Ureña o Gutiérrez Girardot. Ni a ellos ni a Cornejo-Polar, Martín-Barbero, Mignolo, Moraña y otros teóricos, ¿es este un asunto que solo tiene respuesta en la difusión y traducción de textos o va más allá de eso?
No pretendo ser malentendida. En el resto de Suiza, aunque no hay una maestría específica en estudios latinoamericanos, sí se estudia a Latinoamérica, como también en Alemania, Francia, Italia y España. Tampoco estoy afirmando que los europeos, los africanos o los investigadores del medio oriente no puedan hablar sobre nuestro continente. No, mis dudas van hacia cómo estamos viendo la «otredad», mi cuestionamiento es hacia dónde están nuestros límites, dónde estamos reconociendo al otro y hasta qué punto estamos siendo reconocidos. Aquí leen Maravillosas posesiones de Stephen Greenblatt, un libro que trata sobre la Conquista de América y ni siquiera está en las bibliotecas más importantes de Colombia, ¿quiere decir eso que hay una literatura de la conquista de América especialmente para lectores europeos?
La tensión que crea en mí el estar aquí como migrante, no hablante del alemán (menos del suizo-alemán), se une ahora a la frustración diaria de estar estudiando una Maestría en Estudios Latinoaméricanos, que no estudia en realidad a Latinoamérica.
[1] Hasta ahora no hay ninguna cátedra en la Universidad de Berna sobre indigenismo o cultura aborigen en América Latina.