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Sobre el movimiento y el paro universitario

Actualizado: 7 feb 2019

Por: Mario Yepes Londoño

marioalbertoyepesl@gmail.com


   Ya he dicho y escrito todo esto muchas veces; esta será la última. En este desconcierto del presente, una posición como la mía es tan ineficaz e irrelevante como la de quienes defienden el paro. Yo mismo sólo puedo aspirar a ser relevante en mi oficio de docente, en un momento donde sólo parece ser respetable el no cuestionamiento.

   Esta posición no es otra que la sostenida por mí a lo largo de varias décadas, sobre la comprobable ineficacia de los paros en la Universidad y más bien su efecto dañino (muchos años con un solo semestre cursado), tanto para quienes estamos aquí en el presente como para los miles que aguardan a la posibilidad de entrar a la Universidad y para los sectores sociales que nos rodean. Lo cual no impide que uno, además de estar muchas veces de acuerdo con la causa (la presente es inveterada), por otro lado comparta el acuerdo con todas las demás formas de protesta, de denuncia y de movilización (como las marchas admirables de estos días), o sea con todo aquello que signifique movimiento y no parálisis, y empleo racional de recursos políticos con términos temporales definidos. No la situación actual en la cual una minoría abnegada de profesores y estudiantes promueve acciones conducentes a la denuncia ante la sociedad del atentado del gobierno fascista contra la Universidad Pública, mientras una mayoría, así se vea a sí misma solidaria con la causa, perpleja o indiferente se acoge al paro. 

   Creo que es indispensable trabajar por alcanzar la solidaridad de la sociedad, indispensable para cualquier efecto político positivo; esta solidaridad se logrará por la permanente comunicación con todos los sectores para divulgar la constancia de nuestro trabajo pese a todo, la extraordinaria capacidad y eficacia de la Universidad Pública en los campos de la investigación; de la docencia; de la atención en salud, en derecho, en promoción de las humanidades, la cultura y el arte; en asesoría en todos los campos de la ciencia, de la ingeniería y de la técnica. En síntesis, ganar y recuperar la legitimidad de nuestra existencia entre los sectores que la desconocen o la ignoran y nos ven siempre en paro y en violencia, en una generalización injusta pero bien aprovechada por los personeros del sistema.

   Es importante mencionar que yo mismo he organizado paros en el pasado (en la Facultad de Artes, como dirigente gremial) con término breve, fijo y claro, cuando esa acción tenía destinatario interno por reivindicaciones laborales del sector, o cuando era la ineludible manera de expresar la solidaridad de todos los estamentos con la lucha por la preservación de la vida, cuando el sistema estaba atentando diariamente contra la de muchos universitarios y ciudadanos; por ejemplo en 1987 o durante todo el gobierno de Turbay.  

   El término temporal del paro ahora es no sólo impredecible sino improbable, dada la cerrazón mental (y algunos intereses de grupos políticos que manipulan la asamblea general de estudiantes, en otra inveterada práctica: la más grosera antidemocracia) que ha establecido el dogma irrebatible de responder con paro a cualquier crisis como único recurso fundamental, el cual no conmueve para ningún efecto a un sistema al cual le tienen sin cuidado incluso los paros que afectan a su sector productivo o las protestas de todas las víctimas (las del conflicto armado, las del sector salud, cualesquiera): los desconoce, luego los reprime y listo: nunca les cumple las promesas. Sólo suelta minúsculas limosnas mientras mantiene la atención de los también manipulables medios de comunicación.

   Ahora lo que se observa es un desconcierto general, desde los directivos centrales hasta el más despistado de los ausentes o de los que vienen al campus a, simplemente, durar. Por su parte, los violentos siempre ajenos a la vida académica nunca están desconcertados: esos que nos siguen amenazando, como en el pendón enorme del bloque 9 y en las "hazañas" que han protagonizado en días pasados. Ante ellos, el silencio de nuestros dirigentes, silencio que les parece políticamente correcto. 

   Espero, eso sí, que la alianza de la que he hablado entre la Universidad con sus inmensos recursos, y la sociedad, algún día nos sacará de este marasmo.  

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