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Ají picante al todo vale estudiantil

Movimiento de la Empanada Vaticana (M.E.V.)



Si alguna virtud tiene el estudiantado cuando se moviliza por causas relacionadas con la defensa de la educación, es sin duda la capacidad crítica frente a lo que nos afecta. Sin embargo, si algún defecto tiene el movimiento estudiantil es su incapacidad para la autocrítica y para recibir comentarios de manera constructiva y no como mera reacción. A lo largo de nuestras vidas universitarias —porque hay varios detrás de este gastronómico seudónimo-capucha— hemos sido testigos de un fenómeno preocupante: el dogma de que si es estudiantil es bueno. No realizaremos un repertorio del uso abusivo de este absurdo ético y político; cualquiera que haya prestado atención en asambleas podrá recordar casos.

Todo este rodeo es para realizar una crítica al actual movimiento estudiantil a partir de la que puede ser su expresión más caricaturesca hasta ahora... Wait for it, wait for it... Así es, ¡la Farra kantiana por la educación! Y ahora su eslogan desbordante de inteligencia y creatividad: ¡donde la podrás idealizar! Un saludo para los compañeros de Derecho y Ciencias políticas, que sí saben usar a Kant para la acción política, no como los filósofos y sus estudiantes.

Ahora, debemos ser categóricamente imperativos o, mejor, imperativamente categóricos en que no tenemos nada contra las farras, ni mucho menos. Es más, por allá estaremos perriando, como estuvimos en la mítica Mocha, en las farras de Ingeniería, en las de Educación —amenizadas por Rollo, nuestro sospechoso Gerlein asambleario—, y en las más recientes de Comunicaciones, etc. La fiesta, el desfogue colectivo, es un elemento fundamental para toda comunidad —lo dicen los de antropología, conste—. Y nos escandalizamos como todos cuando nuestro exdictador Mauricio Alviar —ya exiliado a la Escuela de Ingeniería de Antioquia— quería prohibir las fiestas dentro de la universidad. Pero ¿realmente una farra se realiza por la educación?

Seamos honestos, la farra se realiza por las ganas de farriar. De ahí a que sea un elemento útil a la lucha por la educación, falta. ¿Por qué? Porque el desfogue colectivo es eso: desfogue. No hay un encuentro alrededor del problema, no hay ninguna labor formativa, no hay nada más aparte de la farra, aunque se griten vivas por la educación pública entre canciones. Un elemento fundamental de una farra es que nada importa fuera de ella, la gente festeja para olvidarse, para disfrutar. No para pensar, no para trabajar colaborativamente. ¿Que es otra actividad para mantener la universidad llena? Claro, una farra tiene mucho poder de convocatoria, porque festejar es rico, pero luchar por la educación, o por lo que sea, no tiene que ser placentero. El punto es que la capacidad de convocatoria de una farra debería articularse con actividades formativas que usen esa capacidad de convocatoria para los fines del movimiento estudiantil, como se ha hecho en otros momentos; pues si la Farra kantiana, o cualquier otra, no atiende a los fines del movimiento, entonces no tiene ningún fin distinto al de la farra misma, y lo que se está idealizando no es la educación, sino el hedonismo individualista, aunque ocurra en masa. Y, si esto es así, ¿dónde está el espíritu crítico? No todo vale, y no toda actividad que realicen los estudiantes sirve a la educación ni a la lucha, porque el estudiante no es per se activo, crítico y consecuente con su posición en una sociedad profundamente desigual y violenta; si esto fuera así no sería necesario realizar actividad ninguna para que la totalidad del estudiantado se movilizara por la educación. El estudiante está en formación, por eso es un estudiante y no un estudiado. No hay que olvidar que el estudiantado está conformado por individuos comunes y corrientes, y que su desempeño en defensa de su propia condición depende de la conciencia frente a tal condición. Hay que tener claros los fines y hacer que los medios sirvan a ellos.


M.E.V. (Movimiento de la Empanada Vaticana)

¡Hasta que las lucas alcancen!

P.D.: El M.E.V. es una organización independiente con ánimo de hambre pero no de lucro y no tiene ninguna filiación con otros movimientos reencauchados —o reencapuchados— empezados por la M.

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