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Lectura recomendada: "Carta abierta a Evguieni Evtuschenko*" de A. Karanin

Actualizado: 7 may 2019





Abjura de usted uno de aquellos jóvenes que había respondido a su llamado de «pensar en lo grande y en lo pequeño». No van a abjurar de usted los Isakovski y los Osanin [1]; tratarán de corregirle, expurgarle un poco, pero no le harán salir del sistema. Solo a nosotros nos permitirá la conciencia aceptarle o no aceptarle en nuestras filas, que se van formando.

Antes de detenerme sobre su creación, expondré algunas observaciones sobre la misión de la poesía.

Todos los portavoces de la Humanidad afirman que la misión del poeta es servir al pueblo. ¿Ha sido esta la suerte reservada al poeta por su inteligencia y su corazón? No creo que un solo poeta que valga subordine su pensamiento poético a la idea de servir al pueblo. Pero no conozco la existencia de poetas que no comprendan que viven para el pueblo y el trabajo del pueblo hace posible su existencia. Además, si reconocemos la posibilidad de que el poeta sirva al pueblo, entonces afirmamos que el músico vive para el pintor, el pintor para el albañil, etc. Razonando de un modo abstracto, podemos tener el valor de afirmar que no sirviendo el uno al otro las gentes no podrían existir. Pero la abstracción solo puede ser utilizada por un sabio, que inventa un esquema del desarrollo de la sociedad, y sus posibilidades son limitadas; aparte de unas ordinarias ideas generales, no puede ofrecer nada concreto. Los hechos de la vida real no toleran la violencia de la abstracción. Cualquier servicio al pueblo es una mentira consciente o inconsciente. Esta medida del justo camino de un poeta, de su pureza ideológica, es convincente para aprovecharla por todos los que pasan por el poder estatal, que han sabido justificarla hábilmente ante el pueblo. ¡Cuántos talentos han sido engañados y arruinados! Ni siquiera Maiakovski pudo defender la propia individualidad. Quería caminar al paso del pueblo y no se percató de cómo este deseo le condujo a servir a la personalidad que había establecido la dictadura sobre el pueblo. Afortunadamente su servicio no llegó tan lejos, porque de lo contrario hubiera tenido que brindar con Isakovski y Osanin.

Partiendo de este hecho, muy significativo, los poetas deben reconocer que el servicio es posible únicamente en los cuarteles, en las instituciones políticas y en las iglesias. El poeta no debe confundirse con el poder estatal. Al confundirse con él pierde su individualidad, se transforma en un obrero de trabajo en cadena, cuya cadena es la apología directa del poder estatal y, por consecuencia, de todos los vicios que lleva en sí.

El servicio del poeta al pueblo, como algo homogéneo, es también imposible por el hecho de que el pueblo nunca —ni por situación económica ni por nivel intelectual— representa por sí una unidad homogénea. Acaso solamente si se llama unidad del pueblo a una sociedad de individuos. El nivel medio del pueblo se queda atrás respecto al nivel medio de desarrollo de su vanguardia. Por eso cualquier adaptación de la creación del poeta al gusto del pueblo lo transforma en un simple artesano, lo destruye: la individualidad del poeta no es compatible con la mentira. Por tanto, yo abogo por las condiciones que facilitan el desarrollo del individuo. Cualesquiera que sean las «opiniones» que exprese el «individuo», no podemos dejar de llamarlas una verdad vital. Pero tengamos en cuenta que no cualquier individualidad ejerce la influencia del poeta sobre la formación y desarrollo del pensamiento social. En efecto, el burgués chupando su pequeña existencia expresa lo que realmente llena su vida. Pero tales chupadores no son menos perjudiciales a la sociedad que los especialistas, convertidos ahora en escépticos a los dogmas por cuanto saben A QUIÉN y CUÁNDO hay que dedicar himnos de gloria.

De esta forma, como criterio de la utilidad del poeta a la sociedad, puede servir aquella verdad que contenga todo lo nuevo, lo naciente. Darse cuenta de lo nuevo, de aquello que nace, creer en ello, armarse de valor para reconocer que los viejos dogmas son decrépitos, éste es el campo de actividad del poeta de nuestro tiempo.

¿Siente la creación de usted alguna tendencia nueva?

Estoy repasando el poema Estación de invierno. Un período confuso y difícil ha encontrado su expresión en este poema. ¡Año 1953! Los espasmos del llanto han encadenado a Rusia. Ella acompaña en el último camino «al maestro y al gobernante de toda la humanidad progresista». Los políticos presentan el último homenaje, jurando fidelidad «al padre de la tierra de Rusia», y depositan a su colega en el mausoleo.

A Rusia le atormenta una pregunta. «¿Qué será más adelante?» Después todo resulta muy sencillo. Aparece claro que el amigo de la humanidad progresista gobernaba el país como en su feudo. Empieza la corrección de los errores. Caros te han costado, Rusia, estos errores. Se han tragado millones de tus mejores hijos. El poema es bueno, en cuanto no aleja las cuestiones dolorosas. Alguno quisiera declarar la lucha contra la personalidad, sin reflexionar en las causas que la motivan. Pero no era eso. La inteligencia se ha despertado.

Rusia enjuicia su camino, empezando desde el año 1917. ¡La Revolución! El pueblo pensaba, una vez conquistado el poder, obtener pronto la verdad y el pan. Todo parecía muy fácil: tumbaremos a los burgueses y construiremos nuestro nuevo mundo. El Partido bolchevique acertó a infundir la fe en la posibilidad de una rápida realización del principio de igualdad y justicia. Y, cosa curiosa, miramos con amor y tristeza a aquellos «arrogantes y punzantes» que, tomado el Palacio de Invierno, pensaban al día siguiente:

Formar las filas, desplegar la bandera, «La internacional» y el sol en las trompetas y todo florecido camino derecho a la Comuna. Y las sonrisas en nuestros labios aparecen no porque no creamos en la posibilidad de desplegar la bandera e ir derechos a la Comuna. Estamos a favor precisamente del camino directo a la Comuna y no del señalado por la mentira y la vileza que tratan de imponernos.

Los «gorros caucasianos y las boinas», que lucharon por la Revolución de modo desinteresado, se fijaban en la vida del campo, tratando de descubrir algunos rasgos nuevos. Los campesinos esperaban las decisiones del Partido para cumplir con heroísmo ese trabajo, pero no las ven. Sus miradas se detienen «en una valla con un anuncio indecente» y en el borracho tendido en la taberna. No dejan pasar inadvertida «la disputa en la cola ante el negocio del Estado».

A veces surge la cuestión de la juventud, del Komsomol. Y la juventud no es la misma, no tiene pensamientos frescos ni disputas audaces, y el Komsomol se ha transformado en un apéndice del poder estatal.

Le indigna a usted el alma burocrática del presidente del koljós. Usted pone su simpatía y su esperanza en el mozo, que no quiere «montar sobre el jeep como sobre una tribuna» y va a buscar la verdad a Irkutsk. A la pregunta de en qué consiste la misión del escritor, usted señala audazmente que el escritor se ha transformado en un gendarme del espíritu:

… ¿Qué es ahora el escritor? No es un dominador, sino un guardián de pensamientos.

A esto hace eco la desconfianza en la seriedad de los nuevos cambios. ¡Su observación es justa!

Repetimos aquello que silenciamos ayer, callamos sobre aquello que hacíamos ayer.

Por mucho que se adornen los nuevos trucos, el paso de la autenticidad a la mentira permanece como un hecho irrefutable. Su poema es útil por el hecho de que descubre el velo de aquellas cosas que está prohibido ver. Despierta los pensamientos, y nosotros con gran satisfación atendemos a su llamada:


Dejadnos pensar, lo que es grande no puede ser un engaño.

Pero ya en este poema se nota un desdoblamiento, una cosa afectada, la ausencia de una sólida convicción, que se trasluce con tanta claridad en los últimos versos. Descubre usted la mentira y la vileza, que se han convertido en Rusia en ley de vida. Que han hecho degenerar la idea de la Revolución; pero usted se inclina a alimentar las ilusiones de que es suficiente flotar un poco y las ideas recuperarán el brillo de antes. El mozo, descalzo, con «la jabalina al hombro», según usted representa la fuerza, capaz de lograr la verdad: ... y entonces, ¡ay de ti, burocracia!  Pero, incluso contando con todas las contradicciones internas de este poema, no puede dejar de señalarse que tiene muchos y sustanciales deshielos, y siempre en estos casos, todas las esperanzas están ligadas a la deseada primavera. Pero, ¡ay!, la primavera ha llegado completamente distinta a la que esperábamos. Durante cierto período se esfuerza usted en obligarse a cantar en determinados tonos que son característicos del poema. Invita a no olvidar las «inquietudes del siglo», a discutir y a pensar «en los caminos de la Rusia de otros tiempos y de hoy». Trata usted de marchar al compás del tiempo y, por tanto, su mente no deja sin atención «el siglo de dolorosos y confusos pensamientos» que lleva en sí la juventud. Le atormenta la preocupación por el bien del prójimo y propone creer en la verdad «del martillo y el arado». ¡Noble fantasía! Me temo que esté usted mal preparado para una conversación política en este espíritu. Aunque, además, empiezan  a aparecer rasgos del futuro empleado del Partido. Verdaderamente existen todavía algunas dudas. Pero no importa, el tiempo las absorberá. El deseo de estar en las filas «entre los mejores de la generación», el trompeta dispuesto a cambiar durante la ofensiva «la trompeta  por el fusil» se traduce en un deseo de maravillar a todos.

¡Ay, cómo quisiera maravillarme! ¡Ay, cómo quisiera maravillar!

El amor al éxito lleva a la exaltación del Partido, que sabe a tiempo movilizar las masas. Es usted un camaleón de nuevo tipo. Además, la fidelidad a la doctrina convierte al camaleonismo en ley de todo desarrollo. El partido extirpa los errores tratando de alcanzar y superar; dirige toda la energía, la voluntad y la inteligencia a la educación comunista de la juventud, y usted, en seguida, se precipita al Extremo Oriente, y usted, de camino, echa una mirada a la estación de Zimá para hacer provisión del espíritu del pueblo trabajador. En Jabarovsk todo brilla y sonríe, los habitantes de Jabarovsk están «orgullosos de sí y de su ciudad». Después de haberse «enriquecido» internamente, usted descarga su ira contra aquellos que no están seguros de que la juventud del Komsomol sea eterna. En los últimos versos, por cierto, usted exalta al nihilista (por otra parte, de dos caras: una, en la plaza de Maiakovski, y la otra, totalmente distinta, en la versión oficiosa para los escolares de último curso) que «admira a Picasso y no admira a Guerasimov». Pero no quiero anticiparme y sólo expresaré mi impresión sobre el poema ¿De dónde venís?  Para usted no ha habido ninguna clase de dudas, todas las cuestiones están resueltas. Una extraordinaria perspicacia le inclina a pensar que allí hay un Komsomol de «burgueses indolentes» y de funcionarios «con fuego artificial».

Nuestro verdadero Komsomol se ha hecho todavía más joven que antes, ha conquistado una eterna juventud.

La fidelidad a la disciplina del espíritu del Komsomol, el deseo de superar en sí la indignante falta de lógica le invitan a usted a perdonar los errores de los padres y a seguir su escuela. ¿Qué errores, de qué padres, nos invita a perdonar? ¿De aquellos «simples soldados» que atacaron el Palacio de Invierno o de aquellos que amparándose en el «nombre de la Revolución han fusilado a la Revolución»? Ahora todos los arroyos se hacen vivos para usted y todas las ranas se convierten en zarinas. Tiene usted la tendencia a declarar que la podredumbre y el marasmo son signos de crecimiento. Una sucia hartura es un paso táctico. El poema acaba con un invitación de cara a la memoria de los padres. Y la pregunta «¿De dónde venís?» sabemos que

Del Estado de Moscú de Jabarovski Somos campesinos  y proletarios y el Estado ¡somos nosotros!

Ni siquiera «San Lorenzo» hubiera osado afirmar que nosotros somos el Estado. Él mostró abiertamente con su acción que en una primera etapa de la edificación del comunismo, él y el Estado son indivisibles, y lo que suceda en la segunda fase, en la fase final, no tenía importancia para él. En toda su duplicidad de Jano se mezcla una notable dosis de sexo. Hay que reconocer su talento poético: las mocitas melindrosas se derriten ante su presencia y su «puesta en escena». En este sentido tampoco es usted capaz de colocarse por encima de los vicios de nuestra sociedad. En todas partes a favor de la corriente y en ningún sitio en contra; éste es su credo. Pero por su carácter es usted un novísimo tipo aburguesado. Y al aburguesado le gusta hurgar en los trastos viejos. Y también usted de los viejos trastos ha creado un poema: Consideradme un comunista.  Algunos lo encuentran verboso. A mi juicio, esta gente nota no una verbosidad, sino cierta sinceridad ampulosa. Parece que trata usted de exprimir de su interior algo, y que este algo debe ser por fuerza revolucionario. Y usted recuerda a los «tétricos y enmarañados» que «no se doblan sobre las mesas-escritorio». Usted combate a diestro y siniestro «con Janos bifrontes», a los cuales «no les importa que el poder sea soviético, sino que les importa que sea poder». Pero ¿acaso tal permanencia de contradanza con un descanso no es una táctica de Jano bifronte? Por otro lado, usted mismo se delata:

Y se arrastran hacia los halcones las serpientes cambiando la armonía con el tiempo nuevo, el conformismo de la mentira con el conformismo de la audacia.

*Victor Andresco, traductor. Tomado de Literatura clandestina soviética. (1969). Madrid: Guadarrama.[1] Dogmáticos. (N. del A.)

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